Ayer acabó el juicio al procés. Cincuenta jornadas de la vista del juicio más importante de la historia reciente y no tan reciente de España que dará pie, como dijo Josep Rull en su turno de última palabra, a que el Tribunal Supremo marque el límite de las libertades democráticas en España. Rull, en una intervención brillante, emotiva y de una extraordinaria carga política advirtió a los magistrados de la trascendencia de su decisión con Europa como horizonte, en un momento en que la extrema derecha gana terreno en el continente.
La suerte está echada para los políticos catalanes procesados. La sentencia, que marcará y condicionará en un sentido u otro la vida política española durante los próximos años, se hará pública, según dicen los entendidos en otoño, probablemente en octubre. Esa resolución, de trascendencia histórica, sobrevolará la vida política española durante mucho tiempo. Hay quien dice que ya está escrita, que la actitud de los magistrados, especialmente del presidente de la sala, Manuel Marchena, denota un sesgo. En cualquier caso, habrá que esperar.
Ahora se deberá decidir sobre si Oriol Junqueras puede recoger su acta de diputado europeo, si Joaquim Forn puede recoger la suya como concejal del ayuntamiento de Barcelona y asistir a la constitución del nuevo consistorio, si se pondrá en libertad a los acusados hasta el dictado de la sentencia, asunto realmente capital... si Pedro Sánchez necesitará de la abstención de ERC para ser investido presidente; si las relaciones entre Esquerra y Junts per Catalunya mantendrán su tensión en la lucha abierta por la hegemonía del independentismo; si habrá presupuestos en la Generalitat después de la constitución de los ayuntamientos, si habrá elecciones catalanas inmediatamente después de la sentencia o en primavera... y qué pasará después.
En alguna ocasión ya hemos dicho que el encaje o desencaje de Catalunya en España no se va a solucionar con una sentencia judicial, que el procés es como la energía, que ni se crea ni se destruye, se transforma y surgirán nuevos escenarios en los que se desarrolle un mismo argumento. No habrá solución si no se afronta desde el diálogo y la negociación y se da salida política a un problema político. Josep Rull también lo dijo ayer: "no habrá cárceles suficientes para encerrar la voluntad de un pueblo".
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