Juan Jiménez, un autor de poesía, ciencia-ficción y policial

Publicat el 18 d’agost de 2017 a les 20:22
Juan Jiménez Fernández (Montilla, Andalucía, 1946, terrassense desde 1958) se está revelando como un escritor tardío pero notablemente prolífico. Debutó en 2013 con "Omniscio. La verdad que nos ocultan", al año siguiente publicó "La luz que me fue negada", dos novelas, y ahora casi simultaneamente ha dado a las prensas tres nuevos títulos, y pertenecientes cada uno a a un género: la novela criminal, la ciencia-ficción y la poesía."El fruto de la semilla" es una historia policial ambientada el día después de la Guerra Civil. Un retrato del momento en que "aquellos que ganaron, los nacionales, se creían con el poder absoluto y cometieron atropellos". En este caso, un asesinato cometido con el objetivo de apropiarse del patrimonio de una familia. El autor juega con el recurso narrativo de que el protagonista nadie sabe realmente quién es, hasta el final, y actúa de manera tan inteligente "que podría haber acusado de asesinato a quién le había implicado, y habría conseguido sus propósitos".>Un aliciente adicional a la trama es la aplicación de una especie de juego. Al lector se le plantea encontrar la relación entre tres números (25, 43, 332) y la frase "si buscas amor, no siembres el odio". El sentido, así como la solución del crimen, estará al final de la novela.el transhológrafo Al final de los sentimientos" es una novela de ciencia-ficción. El protagonista es el creador del transhológrafo, un ingenio desarrollado a partir de las ideas de Dennis Gabor (científico real que inventó la holografía en 1948 y ganó el premio Nobel de física en 1971), que aprehende las imágenes de la mente y las mezcla con las reales, "de modo que una persona, solo con persarlo, puede viajar al pasado, y a mayor velocidad que la luz".Ante la actual situación de la humanidad, llena de guerras y desigualdades, el hombre cree que, si viaja al pasado y altera sus orígenes, la cambiará totalmente, para mejor. Y a los albores del ser humano se va, gracias al transhológrafo. Para encontrarse con una cultura totalmente avanzada. "¿Estoy en el pasado o en el futuro?", piensa. >Jiménez describe ampliamente y con destalle esta evolucionada sociedad de nuestro remoto pasado. En ella, por ejemplo, "la mujer tiene una prioridad impresionante. Es valorada porque aporta más a la vida, aunque en nosotros se haya visto relegada a un segundo plano por tener que dedicar mucho tiempo a la crianza de los hijos".

Esta sociedad tiene un ideario igualitario tan elevado "que considera que todos los niños son hijos de todos los padres, y todos pagan por ellos. Tampoco tienen moneda física, solo virtual, y no pagan por la energía, porque todo el universo lo es". Los vehículos funcionan mediante energía eólica, y Jiménez, que en la novela pormenoriza sus ideas sobre su funcionamiento, aunque a nivel de ciencia-ficción, cree que algún día ello podría convertirse en realidad.
Finalmente, "El verso de la vida" es un poemario, sobre temas diversos. "Me gusta escribir poesía porque es una forma de transmitir la belleza de los sentimientos", afirma Jiménez, sobre la práctica de este género. "Pienso que nos entenderíamos mejor si fuéramos capaces de usar frases más correctas, aún diciendo lo mismo. Hablar con la palabra precisa y más bella nos ayudaría a convivir mejor". En el fondo, la poesía es "una forma de transmitir".