No es la primera vez que hablamos en esta tribuna de los gestos y de la importancia que éstos tienen especialmente en la política. La aprobación en el pleno de la retirada del busto del rey de la salón de sesiones tenía un importante valor simbólico, pero no pasaba de ser efectivamente un gesto. El concejal Alfredo Vega ya dijo en la misma sesión en la que se aprobó la moción presentada por Esquerra Republicana conjuntamente con la CUP que el Ayuntamiento no podía posicionarse contra la legalidad. Fue entonces cuando el portavoz de Esquerra interpeló directamente al alcalde sobre cuál sería la reacción del equipo de gobierno si resultaba aprobada la moción y Jordi Ballart dijo explícitamente que se cumpliría el mandato resultante de la votación en el pleno.
La película de los hechos continúa con la denuncia de Ciudadanos y Partido Popular y el requerimiento por parte de la Delegación del Gobierno, siguiendo la norma, para que el Ayuntamiento devuelva a la sala de plenos la figura del monarca. Se reúnen los portavoces y se advierte de la imposibilidad de ir contra la ley y de la necesidad de que el busto de Felipe VI vuelva a ocupar su lugar en la sala de plenos. Y Felipe VI vuelve un día antes de la celebración del pleno. Llegados a este punto, la reflexión es sobre el valor de los gestos. Por una parte, tanto ERC como la CUP saben positivamente que la simbología monárquica volverá a la sala de plenos, pero consiguen que prospere su moción, lo cual tienen un gran valor simbólico puesto que la representatividad democrática otorga a esa decisión gran trascendencia política para Terrassa. El PSC se abstuvo, en algún caso a contrapelo, si no por convicciones monárquicas sí por la incomodidad que genera la ilegalidad, con el objetivo de evitar que ardiesen las redes sociales y evitar así el desgaste que ello significa.
La abstención del PSC propicia la aprobación de la moción, pero cabe preguntarse hasta qué punto esa abstención estaba calculada ante lo ocurrido después. A nadie se escapa que el equipo de gobierno conoce por otros ayuntamientos que el protocolo exige a la Delegación del Gobierno, antes de la presentación de un contencioso administrativo que tiene ganado, que se requiera la devolución de la figura real a la sala de plenos. Por tanto, el equipo de gobierno sabía que Felipe VI volvería a la sala de sesiones antes del siguiente pleno. Así, qué valor táctico, estratégico, simbólico, real tienen los gestos si no se mantienen hasta las últimas consecuencias.
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