El optimismo con que se presenta cada vez en más ocasiones la situación económica del país, se da de bruces con la realidad con la misma cadencia. En esta ocasión ha sido contra el informe de Càritas sobre su tarea asistencia durante el año 2015. Todas las cifras que ofrece Càritas en su memoria son esencialmente duras, pero existen algunas que son en especial significativas porque ofrecen ese baño de realidad a las cifras macroeconómicas que enorgullecen a los gobiernos en funciones.
En primer lugar está la cifra global. Dice el documento que Càritas atendió a un total de 343.513 personas y a sus familias, el 31 por ciento no tiene un hogar digno; el 31 por ciento son menores de 30 años y el 12 por ciento de los atendidos son de los que ya se llaman trabajadores pobres, es decir, personas con empleo que no pueden atender a sus necesidades básicas. Y lo peor, como aseguraba la presidenta de Càritas, muchas de estas personas no volverán a salir nunca más de la pobreza.
Ante esta situación, ante estas cifras, la conclusión es clara una vez más: la desigualdad se mantiene, las políticas asistenciales son insuficientes y no tienen sentido si no se llevan a cabo políticas eficaces que potencien el empleo; ese empleo debe ser de calidad y no precario como se demuestra el hecho de que hoy en día no sea garantía de integración tanto social como económica y que el estado está adquiriendo una gran deuda que ya veremos si puede pagar que es con la juventud. Más del 50 por ciento de los jóvenes está en situación de desempleo y lo que es peor, sin esperanza y si nos vamos al otro extremo, constatar una vez más de que hoy no existe esperanza para los mayores de 50 años.
Hay quien asegura que lo peor está por venir, que en el momento en que se constituya un gobierno en España se tendrán que acometer recortes como nunca este país haya conocido y las consecuencias pueden tener un alcance extraordinario. Bien es cierto que estos vaticinios, nuevamente apocalípticos contrastan con las grandes cifras de crecimiento, que incluso sin gobierno, siguen al alza. En cualquier caso, no cabe duda de que se está generando una fractura social determinada por la falta de recursos. En otros tiempos hubiésemos hablado de la fractura que determina el empleo, pero ya ni siquiera el empleo es garantía de nada. Al menos que las cifras de Càritas nos sirvan para darnos cuenta de que al otro lado del PIB hay muchas personas que todavía sufren.
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