"No zarpa el amor" (3)

Publicat el 22 d’agost de 2016 a les 20:03
Silvia continúa buscando en Badoo al hombre con quien casarse. Ahora ha conocido al Johny, un ser del extrarradio al que le sobran cadenas, anillos, tatuajes y patillas. Con este perfil, el chico tiene todas las papeletas de convertirse en la próxima víctima de Silvia.

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Micrófono en mano, la madre del Jonathan destrozaba en El Sombrero una canción de Camela. El Sombrero era el nombre del pub de barrio donde el Johny había quedado con Silvia para su primera cita. Una arriesgada elección que, a tenor de la cara que hacía la chica con solo cruzar la puerta del local, no parecía que hubiera sido la más acertada.

Luego te presento a mi madre -le dijo el Jonathan a Silvia-. Es esa de ahí -continuó, señalando con el dedo a aquella mujer que berreaba creyéndose una estrella del pop de asfalto y parecía torcerse hacia el suelo por momentos. Estaba contenta, ella.

("No saaabes lo difícil ca llegao a séeee, está sin tu cariño sin podeteee teenéeee").

A Silvia le salió una sonrisa mucho más que forzada mientras empezaba a pensar que tal vez no había sido una buena idea quedar con Jonathan. O, como mínimo, no en aquel antro del Sant Boi más profundo lleno de clientes babosos que además parecían quererla devorar con la mirada. El Sombrero no tenía pretensión alguna de ser un sitio chic.

Una vez que se dio cuenta de la situación, y sabiendo que sería difícil escapar de aquel antro piojoso, Silvia cerró los ojos y los apretó muy fuerte, muy fuerte, como intentando desintegrarse. Pero, claro, la pobre no pudo. Y allí estaba, desencajada en el lúgubre Sombrero.

"Dimeee que me quieeeresssss, dimeeeelo" (esa era la madre del Johny, que seguía con su festival de desafines).

Luego te presento a Carmen. Limpia en un club de alterne de Castelldefels -le dijo el Jonathan a Silvia tras pasar al lado de una señora ya curtida en la vida, delgaducha, de pelo alborotado y ademanes juveniles, que parecía estar flirteando con un yogurín imberbe.

Absorto de todo, cubata en mano y con la vista fija en la nada más absoluta, el padre de Jonathan ahogaba un taburete con sus gordas nalgas mientras de vez en cuando lanzaba al aire un desvergonzado eructo. Era la única señal sonora que emitía para confirmar al mundo exterior que seguía con vida.

¿Sabes que una vez me jugué todo mi sueldo en una partida de billar? -le comentó acto seguido el Johny a Silvia justo al pasar por aquella mesa verde agujereada donde un grupo de jóvenes descarriados hacía bromas de mal gusto sobre su puntería.

Silvia se preguntó entonces si colándose por alguno de aquellos agujeros de la mesa de billar, y deslizándose cuesta abajo hacia la nada, podría huir de aquel mundo paranormal. Al menos iba a intentarlo.

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