La Masia Freixa volvió a brillar como antaño bajo las estrellas

Publicat el 15 de maig de 2017 a les 19:34
Lluís Muncunill, como buen arquitecto adscrito a las ideas modernistas, concebía un edificio como un organismo vivo, formando parte de la naturaleza, y a la cubierta de la Masia Freixa, ya ondulada para que asemejara un mar con sus olas, le puso incrustaciones de vidrio, para que de noche reflejara con brillos variados la luz de la Luna y de las estrellas. Nuestro satélite, el sábado, estaba en otra parte, y la contaminación lumínica actual (cuando se construyó, la masía estaba en las afueras, tras la riera y frontera natural de la Rambla) es implacable, pero las estrellas brillaban en un firmamento sin nubes y los participantes en la visita guiada nocturna pudimos presenciar, por primera vez en muchos años, a través de las dos ventanas y los dos balcones del segundo piso de la torre, que había albergado el servicio doméstico de la familia Freixa, el efecto buscado por Muncunill. Las obras de rehabilitación de la Masia Freixa han recuperado el aspecto original de la cubierta, incluyendo esas incrustraciones en vidrio.

El estreno de su nuevo aspecto hizo de la Masia Freixa la gran protagonista de esta edición de la Fira Modernista. Durante los dos días, a cualquier hora, ha habido muchísima gente en el edificio del Parc de Sant Jordi y sus alrededores, visitándolo, asistiendo a las representaciones o en el gran mercado artesano.

Pero la actividad estrella fue sin duda las visitas a las vueltas, muy diferentes las diurnas y las nocturnas. Las primeras transcurrieron íntegramente en esa ala construida en 1910 para el servicio doméstico el primer piso destinado a la cocina (actualmente alberga almacenes de la oficina de turismo) y el segundo (ahora vacío, solo con plafones sobre la historia del edificio) a los dormitorios ("las criadas, escaleras arriba y escaleras abajo, pobrecicas, y con esos vestidos", comentaron dos visitantes). En las nocturnas se explicó y se dio la vuelta a todo el edificio, quizá porque el número de asistentes desbordó lo previsto. Para la primera, 120 personas formamos cola ante lo que era la puerta de servicio para ver esta parte de la Masia Freixa que habitualmente no se visita, lo que obligó a la organización a dividirlas en dos grupos.

Una fábrica reconvertida
Al llegar arriba, por una estrecha escalera, la habitación estaba a oscuras, solo iluminada por las luces del exterior, y, en la penumbra, dos señoras modernistas de blanco y con sombrero, otorgaban una sensación espectral al lugar. Los guías, Carles Camon y Ester Pladellorens, coincidieron en explicar el arco elipsoide o gaudiniano que domina el edificio, que Muncunill tuvo la oportunidad de aplicar en la Masia Freixa. Se sabe poco que originalmente era una fábrica, si bien nunca entró en funcionamiento y por eso su "esqueleto" es una nave alargada, alrededor de la cual, y por dentro, Muncunill realizará una de sus obras más ambiciosas (bajo la cubierta pervive el techo original). "La familia decidió reconvertirla en su vivienda, y querían una vivienda a la última, porque son burguesía, y la burguesía en aquella época se está expandiendo también con nuevas estéticas", dijo Camon.

Ante la entrada principal, la cara norte del edificio, Pladellorens recordó que, originalmente, los jardines diseñados por Rafel Benet en la década de 1920 eran mayores y abarcaban la actual plaza de Freixa i Argemí. La entrada era por la calle de Galileu. Cuando el Ayuntamiento adquirió la Masia Freixa, en la década de 1960, convirtiéndola en el primer parque público de Terrassa, esa parte la destino a la construcción de vivienda privada.

Tanto en la visita diurna como en la nocturna hubo sorpresa. En la primera, Camon sacó una fotografía antigua. Se la había dado una señora descendiente del jefe de obras que hizo la masía, y en ella aparecían todos los obreros que construyeron la primera fase (1905-1907). En la nocturna, tras la explicación de la era, la zona "en la que se hacían acontecimientos, conciertos cuando venían invitados, teatro", se abrió la puerta que da a la misma. Dentro, nos esperaba un pequeño concierto, de la cantante Iris Mañà y la arpista Anna Farrés, que interpretarían tres canciones de Enric Morera y una musicación de Federico García Lorca, que nos hizo sentir a todos como si fuéramos auténticos invitados de la familia Freixa, cien años atrás. La actuación fue muy aplaudida, con vítores incluso, y a la salida nos esperaba además un obsequio adicional: una bolsita con los fragmentos de vidrio utilizados para la cubierta.

En el extremo opuesto de la masía, se encuentra una habitación "dedicada a la mujer. En esa época las mujeres de la burguesía pasaban largas horas en casa, y ese espacio les era perfecto, porque tenían sol, y era una sala de estar para ver el jardín y recibir visitas", explicó Pladellorens. En esa habitación, se desarrollaron las "escenificaciones cotidianas" de principios del siglo XX. A través de los cristales, el público se embelesó viendo a Santiago Rusiñol pintando el retrato de una joven mujer vestida con toda la elegancia de la época, zapatos negros brillantes, chal de encaje, vestido verde y negro. La dama, de tanto en tanto, se levantaba para ver el cuadro, que distaba mucho de atrapar su belleza arrebatadora.