Son muchos los temas que Josep M. Riera Ruiz trata en las páginas de "El hijo del aguacero" (editorial Circulo Rojo) Algunos de ellos:
La familia. El libro ofrece un retrato poco habitual y en profundidad, tan detallado como emotivo, de una saga de pequeños fabricantes textiles de Terrassa. El padre del autor, ingeniero textil, heredó la empresa del abuelo, de la que vivían todos los miembros de la familia. "De mi madre, que lo era de tres hijos y estaba encinta cuando falleció " aún sé menos que de mi padre", escribe Riera.
La tragedia colectiva. "El hijo del aguacero" explica la Riuada, ofrece los datos históricos, describe lo que sucedió en esa terrorífica noche, casos de personas que salvaron la vida de milagro, otras que no lo hicieron, ese "tren de las nueve" en el que su tío venía de Barcelona, que cruzó el puente un minuto después de que se hundiera. "A las diez de la noche, la Rambla era un escenario apocalípico. Los que habían encontrado asidero a tiempo resistían hasta la extenuación, dando gritos de socorro. Pero los que se habían refugiado en las casas tampoco se sentían a salvo, porque la ola tenía tal fuerza que había arrasado las fachadas de algunos edificios y se colaba en el interior de las casas, inundándolas palmo a palmo".
La tragedia personal. Los padres del autor fallecieron en la tragedia y las últimas páginas indagan en lo que les pudo suceder exactamente. "La vida puede cambiar por completo en un segundo, el mundo puede hundirse si tus padres llegan a las estación diez minutos antes o diez minutos después. Te acuestas tranquilamente una noche, y a la mañana siguiente te levantas huérfano y tienes que hacer las maletas, marchar a una ciudad desconocida, abandonar tu pequeño microcosmos cotidiano para siempre. La evidencia de que todo es absolutamente frágil, pese a la apariencia de estabilidad que tienen las cosas, esa lección que viví en mis propias y tiernas carnes."
La adopción. "Mi tío Emili había adoptado a mi hermano, los Legrand (sus tíos, Encarna y Antonio) habían adoptado a mi hermana, así que solo quedaba pendiente mi adopción." Y en uno de los momentos más conmovedores de "El hijo del aguacero", el autor explica que "una de esas tardes, en el momento de la despedida, mi hermana se abrazó a mí con todas sus fuerzas, se puso a llorar desconsoladamente y dijo que no quería que volviesen a separarnos". Y los Legrand no soportaron "el desgarro de aquella niñita de cuatro años", que decantó "su destino, y de paso el mío, y el de los Legrand", que pese a que ya tenían tres hijos "reaccionaron con un gesto de extrema generosidad". Y también le adoptaron a él. "Convivir con mi hermana fue el mejor regalo de mi infancia".
Los primeros amores. "Salina y yo seguíamos buscando momentos en los que deslizarnos furtivamente al bosque para abrazarnos, besarnos, acariciarnos. Ella tenía las tetas tiernas y firmes, los labios húmedos y calientes, una piel bronceada sobre la que resaltaban sus blanquísimos sostenes... Estas escapadas contravenían expresamente las órdenes de mi padre, pero ¿qué otro joven sano de dieciséis años no habría hecho lo mismo?"
La música de la época. "Una de aquellas chicas alemanas (por lo que supe muchos años después) era ya entonces una fanática de la música de King Crimson, y de Robert Fripp, su excéntrico guitarrista. Quizá también se habría conformado con una pieza de Eric Clapton, pero aquella tosca versión de la más infantil de las canciones de un grupo muerto como los Beatles resultó muy decepcionante".
El cómic. Riera comenzó a leer la histórica colección Dumbo, que publicaba los cómics de Walt Disney, en el número 1, "la isla de los gansos de oro"."Bastantes años después, cuando el cómic se convirtió en un género respetado por las vanguardias y yo me compraba álbumes de Milo Manara, Robert Crumb, Enrique Breccia, Gallardo y Mediavilla, Gilbert Shelton, Nazario, Guido Crepax...con la petulancia propia de los ignorantes renegué de aquellos primeros álbumes infantiles". Pero después supo que el autor de esas historias de Walt Disney era el gran artista Carl Barks, y reconoció su talento, y aún las disfruta.
Asambleas antifranquistas. "Me maravillaba aquel espacio en el que reinaba una total libertad de expresión, hasta que alguien me advirtió que desconfiase de los que hacían proclamas subversivas porque podían ser agitadores a sueldo de la policía".
ARA A PORTADA
Publicat el 22 de setembre de 2017 a les 22:04
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