La mercería La Esmeralda, en la calle de Sant Pere, 47, ha reanudado su actividad este miércoles tras unas semanas de vacaciones. En esta ocasión, sin embargo, la reapertura tiene un sabor agridulce. La histórica y emblemática tienda del Centre del sector de "beta i fils" esta en periodo de liquidación de sus artículos porque los propietarios han decidido poner fin a su actividad. El motivo, como en otros muchos comercios de tradición familiar, es la jubilación de quienes regentan el negocio que son la tercera generación y la cuarta no quiere continuar.
La Esmeralda es un comercio referente en la ciudad. La tienda atesora 96 años de historia por lo que han sido muchísimos los egarenses que han entrado para comprar desde agujas, botones, canillas de hilo, goma, cintas de bordados y pasamanería hasta madejas de lana y agujas para tejer, y tantos otros elementos para coser y bordar. La Esmeralda ha tenido como clientes a sastres y modistas, y también personas a título particular que confeccionan por placer y también por necesidad.
La variedad de artículos de mercería es de una riqueza cromática y artística infinita. Seguramente, por ello, Florenci Julià, el primero de las cuatro generaciones que han llegado hasta hoy, ideó un espacio de venta muy singular; formado por estanterías de madera que acogen disciplinadamente, como si emulara una biblioteca, cajones y cajoncillos de caucho de la Casa Bayer a medida identificados con el producto que hay en su interior.
Carme Vigués, nieta de Florenci Julià, subraya este diseño que se conserva desde que se inauguró el nuevo local de La Esmeralda en 1941 (anteriormente había estado en Sant Pere, 37, donde está Gas Natural). "Mi abuelo, Florenci Julià, junto con su esposa Josepa Amat, que procedían de Girona, encargaron el mobiliario a Jaume Colom Grau, un ebanista de la plaza del Progrés, por lo que todo se hizo a medida. Desde entonces se ha conservado casi todo igual, el nombre (mi abuelo intentó poner Merceria Julià sin éxito) y también la máquina de contar y cobrar aunque esta sólo en exposición porque dejó de funcionar".
Cosa de hombres
Carme rememora el pasado. "Paradójicamente a lo que se pueda pensar, las mercerías habían sido cosa de hombres. Mi abuelo, Florenci, venía de Girona y trabajaba como dependiente en la mercería Mogas de Barcelona. Estaba muy dedicado a su trabajo y, además, el comercio era su lugar de alojamiento puesto que dormía bajo el mostrador. Tenía muchos contactos en el sector y fue así como aceptó el traspaso de La Esmeralda de Terrassa en 1922 que entonces estaba a cargo de Bonaventura Rocamora y unos metros más abajo, en la calle Sant Pere, 37. Se estableció en Terrassa y junto con su esposa, Josepa Amat, de Girona, echó raíces y creció la familia. Tras su fallecimiento fue mi madre, Maria Dolors Julià Amat, maestra de profesión, quien se hizo cargo de la tienda hasta cumplidos los 89 años de edad. Pero en La Esmeralda sólo hubo dependientes hombres hasta 1960. Y uno de ellos, Paco (Francisco Alegre), el más conocido, trabajó con nosotros desde los 16 años hasta que se jubiló".
Quien fue el "alma" de La Esmeralda, Maria Dolors Julià Amat, falleció hace cinco años aún en activo. Los hijos de Maria Dolors, casada con Francesc Vigués, habían tomado otros caminos. "Todos teníamos otras ocupaciones -dice Carme- pero decidimos continuar para dar un servicio a la ciudad, a pesar de que las cosas han cambiado mucho y solo se vende para cubrir gastos. Hoy día ya no se cose como antes; nadie estrena vestido en Navidad, Ramos y Corpus. Y nosotros, los de la tercera generación, ya estamos en la etapa de jubilación y nuestros hijos tienen otras profesiones. Nos duele mucho el cierre porque es un negocio histórico, familiar y próximo".
El sentimiento de pérdida de Carme se extiende a muchos clientes que estos días acuden al comercio como Mercè Artigues Alsius. "En mi casa hemos comprado toda la vida en La Esmeralda. He hecho miles de manualidades. Es un comercio de toda la vida, lo echaremos en falta". Engracia Margarit, que compartía compras, se sumó a las opiniones. "Tenía género de calidad y te aconsejaban muy bien. Este es un valor muy difícil de hallar en las tiendas. ¿Quién te dedica más de treinta minutos a dar con un canilla de hilo o una cinta que te vaya bien si, a lo mejor el coste total, no llega a un euro?. Nadie. La Esmeralda da un servicio de excelencia". Otras clientes más nuevas, como Lourdes Melé y Mabel Luzardo, también lamentaron la desaparición. "Cien años de conocimiento, de experiencia, sobre un sector no se sustituyen", coincidieron en señalar para preguntarse "y ahora, ¿ dónde iremos?".
ARA A PORTADA
Publicat el 24 d’agost de 2018 a les 19:27
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