La exposición sobre el fotógrafo Francesc Boix que acoge el Castell Cartoixa también permite conocer la obra que realizó en la Guerra Civil y en sus últimos años
El “fotógrafo de Mauthausen” –y su testimonio de la maldad de la que es capaz el ser humano con sus semejantes– lo tenemos estos días en Terrassa en los cines –el Catalunya y Parc Vallès proyectan la elogiada película de Mar Targarona en que Mario Casas encarna a Francesc Boix, rodada en gran parte en la ciudad, –, y también en el Castell Cartoixa de Vallparadís, que acoge “Més enllà de Mauthausen. Francesc Boix, fotògraf”, exposición producida por el Museu d’Història de Catalunya que está siendo muy visitada y constituye sin duda uno de los acontecimientos culturales del año. No hay excusas, pues, para que no sepamos más de la vida (fascinante, heroica) y la obra (impresionante, del máximo valor estético, documental, humano) de Francesc Boix i Campo (Barcelona, 1920-París, 1951). El joven fotógrafo del Poble Sec, exiliado a Francia tras la Guerra Civil, cuando la ocupación de Francia por Alemania deportado por el ejército alemán a Mauthausen, que se sirvió de su trabajo en el laboratorio fotográfico en este campo de concentración y exterminio para salvar los negativos que daban testimonio de las atrocidades que se produjeron, y fueron pruebas decisorias en los juicios contra los criminales de guerra nazis en el Juicio de Núremberg.
En el Castell Cartoixa podemos ver, pues, lo que fue la cotidianeidad del campo de Mauthausen. Imágenes de los guardias y el personal de las SS, las visitas de los jerarcas nazis, los prisioneros trabajando en las canteras con sus uniformes de rayas, o posando en grupo desnudos (los cuerpos en un grado de desnutrición extrema), los cadáveres de quienes intentaron escapar, los hornos crematorios.
Estas fotografías de Mauthausen en funcionamiento, que forman la segunda parte de la exposición, no las hizo Francesc Boix, sino los SS que tenían tal cometido en el campo. “En alguna ocasión se ha dicho que eran de Boix, y ello es una falsedad”, señala la historiadora Rosa Toran, comisaria de la exposición. “Es inimaginable que a un deportado le dieran una cámara.”
El número 5.185
Boix había sido llevado a Mauthausen junto con más de siete mil republicanos españoles el 27 de enero de 1941 (recibió el número 5.185). En agosto consiguió ser destinado al laboratorio del campo, lo que significaba librarse de la pedrera. “Era un chico simpático, muy atrevido, y los SS le dieron una cierta confianza.” En 1943, la mayoría de españoles ya han fallecido, y se extiende el convencimiento de que los alemanes perderán la guerra. Berlín ordena destruir todos los testimonios fotográficos y fílmicos de la actividad en los campos. Los prisioneros “comienzan a pensar que hay que preservar esas fotografías como pruebas, y organizan una red que esconde el material. En octubre de 1944 un grupo de republicaciones españoles es destinado a la cantera propiedad del empresario Anton Poschacher, en el pueblo de Mauthausen, fuera del campo, y son ellos los que consiguen sacar los negativos. Los van dando a una vecina, Anna Poitner, que los esconde en las paredes de su casa de payés hasta que las tropas nortamericanas llegan a Mauthausen.
Cuando la liberación del campo, Boix, “Boix, que es ante todo fotógrafo, coge la cámara y fotografiará intensamente todo lo que será la vida en el campo desde entonces.”
En el frente y en la retaguardia
Pero la obra de Boix abarca “más allá de Mauthausen”, como indica el título de la exposición. “Nacido en el Poble Sec, barrio en el que las entidades obreras tenían un gran peso, autodidacta, hijo de un sastre aficionado a la fotografía, se hizo amigo de Gregorio López Raimundo y Teresa Pàmies, y cuando en 1936 se produce el golpe de estado fascista, se afilía a las Joventuts Socialistes Unificades, resume Rosa Toran sobre sus primeros años.
Como fotógrafo de la prensa comunista (Treball, Juliol), Boix recorrerá los frentes de la Guerra Civil. De esa época son las imágenes de la primera parte de la exposición.No todas son escenas estrictamente bélicas, “porque en 1937 los comunistas lanzan la consigna de que la guerra tanto se libra en el frente como en la retaguardía. De modo que tenemos aquí fotografías de Boix en las que aparecen soldados republicanos que ayudan a recoger la cosecha, o que bailan sardanas con la gente del pueblo”.
Este fondo de la Guerra Civil, formado por un centenar de negativos, fue encontrado en Francia “de manera un tanto casual”, explica Turan. Y gracias a la escritora Montserrat Roig. “Cuando elaboraba su libro ‘Els catalans als camps nazis”, una obra pionera y aún hoy de referencia sobre el tema, Montserrat Roig militaba en el PSUC y contactó con Gregorio López Raimundo, quién le dijo que su hermano Joaquín había sido íntimo amigo de Boix. De mnodo que, cuando Boix murió, muchas de sus pertinencias acabaron en casa de Joaquín López Raimundo. Montserrat Roig vió los negativos, se dio cuenta de lo que tenía, y Joaquín los cedió generosamente. Desde París se los trajo a Montserrat Roig, y Pilar Aymerich los positivo”. Este fondo es propiedad de la entidad Amical de Mauthausen, creada para defender la memoria de la deportación republicana y su legado documental, y está depositado en el Arxiu Nacional de Catalunya.
París, la Cabilia, Hungría
Con el campo ya cerrado y la Segunda Guerra Mundial finalizada Boix se instaló en París, donde además de publicar su material de Mauthausen y ejercer de testigo en los juicios de Nuremberg y Dachau, reemprendió su actividad profesional. Una selección de las fotografías realizadas en esos últimos años –la parte menos conocida de su obra– puede verse en la tercera parte de la exposición. Como reportero estuvo entonces en Argelia (zona de la Cabilia), Hungría y Checoslovaquia, en algunas ocasiones con otros periodistas y en otras en solitario, “y las de estos países son unas fotografías realmente preciosas”. También plasmó todos los actos de envergadura que se organizaban en Francia, sobre todo en París y Toulouse, contra la dictadura franquista, “Es impresionante ver en sus imágenes la cantidad de gente que asistía a actos como el de condena del asesinato de Cristino Garcia, militante comunista, por parte de las autoridades franquistas.”
Su última etapa fue breve. Boix falleció en 1951, “por problemas físicos causados por su estancia en Mauthausen”. Su padre había muerto en 1942, pocos días después de su salida de la cárcel Modelo. En 1948, había intentado verse con su hermana, exiliada en México, en la frontera entre Andorra y Francia, pero no lo consiguieron.
El valor histórico y testimonial de la obra de Boix no ha de hacer olvidar el interés estético y técnico que también ofrece. Vivió plenamente la revolución que supuso la invención de la cámara Leica. “Es objetivo cuando le conviene –capta lo que ve–, pero también se implica en los hechos e ideológicamente refuerza lo que quiere transmitir con reportajes dinámicos, pasando del plano general al primer plano, utilizando las diagonales, los contrapicados, etc., y buscando el momento preciso, aquello que el nuevo fotoperiodismo nacido en los focos de las guerras de Europa postulaba: informar sin ser indiferente”, escribe el fotógrafo Pep Parer en la presentación de “Més enllà de Mauthausen”.
LOS DATOS
Exposición: “Més enllà de Mauthausen. Francesc Boix fotògraf”
Lugar: Castell Cartoixa de Vallparadís (sala del Tinellet)
Fechas: Hasta el 16 de diciembre
ARA A PORTADA
Publicat el 07 de novembre de 2018 a les 04:00
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