Como si alguna cárcel fuese amable

Publicat el 09 de novembre de 2018 a les 22:12
El Centre Penitenciari de Lledoners está situado en el paraje del mismo nombre en el término municipal de Sant Joan de Vilatorrada, en el kilómetro 37 de la carretera C-55, camino de Solsona. No tiene pérdida; las pintadas reivindicativas y los lazos amarillos pintados en el suelo o colgados de árboles, postes y señales de tráfico te llevan hasta la misma entrada, en la que se han instalado vallas para controlar las concentraciones independentistas que se llevan a cabo ante la puerta de la prisión.

Es un centro pretendidamente amable, como si hubiese alguna cárcel que lo fuese; de las denominadas de nueva generación, de dimensiones más reducidas, por ejemplo, que Brians I y II. Ello permite un mejor gobierno de la instalación y "un mejor ejercicio de rehabilitación e inserción de las personas condenadas", reza en la web de la Generalitat.

Construida en una hondonada, busca su integración en el paisaje y una cierta calidez a la vista con muros de colores terrosos. Pero no engaña. Tres vallas perimetrales de seguridad, una de ellas abrazando el párking, hacen tomar conciencia al visitante de dónde está.

Es miércoles; la visita para la entrevista está concertada. Hay que mostrar el DNI ante una funcionaria que abre una primera compuerta, que se cierra a tu espalda para permitir que se abra la siguiente. Es verdad que el cierre de la compuerta no provoca aquel "boom" gutural, escalofriante de las que se cerraban a tu espalda cuando entrabas en la Cárcel Modelo de Barcelona, pero la sensación es muy similar.

Se accede a una sala de espera amplia, con asientos y encima de las ventanillas de los funcionarios se puede leer un fragmento del artículo 25.2 de la Constitución Española: "Les penes privatives de llibertat i les mesures de seguretat restaran orientades vers la reeducació i la inserció social€".

Las visitas empiezan a las cuatro de la tarde. Familiares de reclusos se mezclan con equipos de abogados y políticos que van a visitar y despachar con los presos del procés.

Día de abogados
Allí estaba con sus ayudantes Jordi Pina, abogado defensor de Josep Rull, Jordi Turull y Jordi Sánchez. Se encontraría primero con Sánchez y Turull dado que aquella tarde, Rull tenía la visita de dos periodistas, tres cuartos de hora para cada uno. También estaba Francesc Homs, exconseller inhabilitado, y Lluís Llach que a su llegada a la prisión tuvo conocimiento por Pina de que Vox lo había citado como testigo en el juicio de los independentistas.

Un funcionario nos conduce a todos a la zona de locutorios. Es un camino corto, pero enrevesado por pasillos y escaleras que atraviesa un gran patio interior de la prisión. Los locutorios son fríos, más grandes que en Brians y sí, mucho mejor equipados, con telefonillos para el interno que permiten una buena comunicación.

Josep Rull aparece por una puerta vestido con ropa deportiva y una bolsa de deporte, parece que viene de practicar alguna actividad física. Está delgado, pero su aspecto es saludable. Se le intuye activo físicamente; está francamente en forma.

Entra en el locutorio con una sonrisa radiante y saluda poniendo la mano sobre el vidrio de separación, para que su interlocutor haga lo mismo. Es el sustitutivo de un abrazo o de un apretón de manos. Es un gesto litúrgico en la cárcel, que se asume con cierta naturalidad cuando se trata de otros reclusos, pero que en este caso te da de bruces con el hecho de que un conseller de la Generalitat de Catalunya está encarcelado.