La fiebre del 92 se extendió a los Paralímpicos

Publicat el 07 de juliol de 2017 a les 20:27
El éxito extraordinario que supusieron los Juegos Olímpicos de Barcelona'92 tuvo su continuidad un mes después de su conclusión con la celebración de los Juegos Paralímpicos, una cita que superó todas las expectativas y que supuso un antes y un después en esta cita destinada a los deportistas con discapacidad. Barcelona y Catalunya se volcaron para prolongar el idilio olímpico, el público llenó las instalaciones deportivas y el fervor por unas disciplinas deportivas poco conocidas hasta entonces desbordó las previsiones más optimistas.

Participaron en los Juegos Paralímpicos de Barcelona un total de cuatro mil deportistas de 82 países. La competición de las quince especialidades del programa se desarrolló entre el 3 y el 14 de septiembre, en los mismos escenarios en los que unas semanas antes se habían disputado las disciplinas olímpicas. Los deportistas paralímpicos gozaron de las mismas atenciones y la delegación española se sumó al impactante éxito sumando un total de 106 medallas. Deportistas desconocidos para el gran público se convirtieron en personajes mediáticos que elevaron la atención de un público que no quería despedirse de aquel maravilloso verano del 92.

Por primera vez
Terrassa contó con tres representantes en los citados Juegos Paralímpicos, uno en atletismo (Jordi Mendoza) y dos más en natación (Carles Millera y Pau Marc Muñoz). Era la primera vez que la ciudad estaba representada en esta cita y el balance final fue más que satisfactorio, con un balance de cuatro medallas. El papel más relevante corrió a cargo de Jordi Mendoza, atleta invidente que obtuvo un gran protagonismo con una soberbia actuación en el concurso de lanzamiento de jabalina que le proporcionó la medalla de oro. Mendoza es el único campeón paralímpico en la historia del deporte terrassense. El día 5 de septiembre de 1992 ganó la competición de jabalina en la categoría B1 con una marca de 44,78 metros. Por detrás de él se clasificaron el norteamericano Richard Ruffalo y el japonés Mineho Ozaki. Además, logró la medalla de bronce en la modalidad de pentatlón después de sumar 2.363 puntos en las diez pruebas de esta dura especialidad atlética.

"Fue una experiencia maravillosa, espectacular. Nunca he vivido algo parecido", recuerda aún con emoción Jordi Mendoza. "El fervor de la gente, el hecho de ganar en casa, todo es incomparable a otros Juegos Paralímpicos. No hay palabras para expresar lo que sentí." Mendoza compitió posteriormente en otros dos Juegos Paralímpicos. En Sidney fue finalista en jabalina y peso y en Atlanta conquistó una medalla de bronce en una modalidad totalmente distinta, el goalball. Es el deportista local que más participaciones paralímpicas tiene junto a Sarai Gascón.

"Ganar dos medallas es importante, pero ahora es lo de menos", señala Mendoza. "Es algo anecdótico bajo mi punto de vista porque me quedo con todo lo vivido y, fundamentalmente, con la gente, con la forma en que todo el mundo vivió los Juegos. Lo llevo grabado muy dentro." Mendoza recuerda que se hizo con la medalla de oro en el último lanzamiento del concurso de jabalina. "Llevaba dos años preparando los Juegos después de que los entrenadores viesen condiciones en mí, pero no pensaba en las medallas. Gané en el último lanzamiento, fue épico. La gente fue quien me empujó a aquella victoria."

La natación
También conquistó dos medallas el nadador Pau Marc Muñoz. Afectado de parálisis cerebral, obtuvo la medalla de plata en los 100 metros libre (1'55"99) y la de bronce en los 50 libre (52"71). Compitió en dos pruebas más, siendo octavo en los 50 espalda (1'04"66) y noveno en los 150 estilos (3'34"22).

"En el 92 tenía 17 años. Mi sueño era nadar en unos Juegos y lo hice", recuerda Pau Marc Muñoz en relación a aquella experiencia. "Lo más impactante para mí fueron las colas que se formaban para entrar en las instalaciones paralímpicas. En las piscinas la cola llegaba hasta el estadio y, de hecho, sé que mis familiares celebraron una de mis medallas haciendo cola. Fue algo impresionante."

Pau Marc Muñoz también tomó parte en los Juegos Paralímpicos de Atlanta en 1996, donde no obtuvo ninguna medalla pero nadó tres finales. En sus planes, subir dos veces al podio en Barcelona era casi inimaginable. "Dos medallas paralímpicas, que más podía pedir. Todo el mundo me decía que conseguir una era muy difícil. Pero como siempre, lo más importante no fue lo que se vio, sino lo que no se vio. A nivel personal crecí mucho, aprendí el valor del trabajo diario y del esfuerzo, aprendizajes que me siguen acompañando y que me han ayudado a conseguir otras metas."

Por último, Carles Millera compitió en tres pruebas en natación. El egarense, afectado de espina bífida y sin movilidad en las extremidades inferiores, fue noveno en los 400 libre (5'54"10), marca que le supuso un nuevo récord de España pero que le dejó a las puertas de la final. En 50 y 100 libre finalizó en la vigésima posición con unas marcas respectivas de 38"09 y 1'21"80.

El papel de Millera
Millera, una referencia en el deporte para minusválidos en Terrassa, entiende que los Juegos de Barcelona supusieron un cambio radical en la historia de los Paralímpicos. "La gente tenía poco conocimiento del deporte para minusválidos y a partir de Barcelona'92 la situación cambió, fueron un punto de inflexión", señala. "Pensábamos que no iría nadie a las competiciones y nos encontramos con una respuesta extraordinaria. Yo fui el primer nadador español en competir y cuando llegué a la piscina pensaba que la gente que se esperaba fuera era porque no habían abierto las puertas. Y resulta que la piscina estaba llena y esperaban para entrar. Durante quince días vivimos en un mundo irreal. Todo el mundo decía que iban a ser los Juegos del cemento y constituyeron un éxito rotundo."

Millera no compitió en ninguna edición más de los Paralímpicos. El nadador terrassense explica que no fue seleccionado para Atlanta por un problema con la Federación. "Se tenía que vender que la natación de minusválidos es igual que la de válidos y yo siempre he dicho que no es así. Todos tenemos nuestro mérito, pero son deportes distintos, no se pueden comparar. Nuestra exigencia es menor y la competencia también". A los Juegos de Seúl tampoco acudió porque, a pesar de tener la mínima, se entendió que era demasiado joven. "Me robaron dos Juegos", explica en relación a esos criterios de selección.