El chiste corto ha experimentado un revival gracias a las redes sociales. Proliferan como setas las cuentas de humor centradas en la idea directa, el juego de palabras o la situación absurda o incómoda. Dentro de esa generación destaca Noemí Rebull, una de las ilustradoras españolas más populares en Internet. La mayoría, pero, no la conocen por su nombre sino como La Mandanga, el pseudónimo que da nombre a su cuenta en Instragram, que tiene más de 32 mil seguidores. Con trazos infantiles y juegos de palabras, ofrece dibujos con mensajes irónicos y divertidos, impregnados de su sello: el humor negro y ácido, entre absurdo e inteligente y, a veces, pervertido.
Con sus chistes gráficos, el de Noemí Rebull es uno de los perfiles de Instagram más divertidos del momento; la risa está asegurada. Esta tarraconense de 32 años ha conseguido caricaturizar con su boli a auténticos iconos y leyendas como Harry Potta, Cheesus Christ, Bob es Monja o El Gato con Botox, reinventar algunos platos y alimentos como la "truita de patades", el cuscús Klan o el Mouse de Danone, e ilustrar las verdades absolutas de nuestra sociedad con un estilo underground. Rebull hace un humor distinto desde La Mandanga, riéndose de las cosas cotidianas desde sus geniales ilustraciones. Con sus juegos de palabras y dibujos tan bien traídos consigue un guiño instantáneo, una carcajada súbita.
Rebull, que estudió Publicidad y Relaciones Públicas y Diseño Editorial, hace humor tonto para gente inteligente, o quizá humor inteligente para personas a las que les gusta mucho hacer el tonto. En una entrevista publicada por Zatro definía sus ilustraciones como "un kebab de nocilla, bastas y dulzonas a la vez".
La Mandanga empezó "sin ningún objetivo en concreto, siempre me han gustado los juegos de palabras, contar chistes absurdos y hacer el subnormal", explicaba Rebull a El Mundo. "Soy un poco bruta en general, pero nada fuera de lo normal", contaba a propósito de su humor brusco y cafre. "Creo que ya hemos visto, oído y hecho de todo. Tenemos acceso a tanta información y a tanta suciedad que a estas alturas ya somos inmunes a todo. Pero sí, me gusta lo quinqui y destrozar y pervertir iconos populares y objetos cotidianos. Al final es una especie de catarsis y un ejercicio para reírte del mundo y de uno mismo. ¡La Mandanga es salud!", aseguraba.
"El humor es mi gasolina", proseguía Rebull. "No sólo en La Mandanga, sino en todo lo que me rodea. Por eso doy mucha importancia al mensaje, aunque intento tener una coherencia estética en todo lo que hago. En este sentido, todo es válido. Nadie tiene una fórmula mágica para mezclar humor e ilustración. Me gustan artistas e ilustradores tan diversos como Jean Jullien, David Shrigley, Joan Cornellà, Molg H. o Paco Alcázar", explicaba.
ARA A PORTADA
Publicat el 01 de setembre de 2016 a les 21:46
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