Sin dormir pensando en las conchas que puedo encontrar mañana en la playa

Publicat el 28 de març de 2018 a les 21:49
¡Cuántas cosas pueden aprenderse leyendo el boletín de la Associació de Col·leccionistes de Terrassa! En su número de enero-febrero, muchas de malacología (el estudio de los moluscos). Casi todos, de niños, hemos hecho una pequeña colección de las conchas halladas en la playa, pero en su informe "Col·leccionistes de petxines i cargols, i la cova de les Ànimes", Santi Rius nos descubre el ancho y vasto mundo (libros, webs, redes de contacto, técnicas de recolección, comercio) de sus apasionados y estudiosos. Para empezar, recomienda la web "El rincón del malacólogo". "Todavía recuerdo aquella mañana de agosto de 1993 en la playa del Bil-Bil en Benalmádena (Málaga), cuando recogí mis primeras conchas. Era temprano, las siete de la mañana, y mientras paseaba con mi padre por la playa, encontré unas valvas de "Chlamys glabra o Proteopecten glaber (bueno, éso lo sé ahora claro, entonces eran almejas sin más)", explica su autor, el biólogo José Lietor, sobre el día en que prendió su interés por el tema al que ha dedicado su vida. En las noches de los veranos siguientes "realmente me resultaba difícil conciliar el sueño solo con pensar en el tipo de material que podría encontrar a la mañana siguiente, con los nervios de pensar si esa noche el oleaje sería benevolente y me obsequiaría con nuevos y buenos ejemplares para mi colección".

Mejor después de la tormenta
Leerse todo "El rincón del malacólogo" equivale a un cursillo sobre el tema, en sus varios aspectos, y hay que destacar el apartado "Cómo hacer una colección de conchas". "Las mejores playas son aquellas que presentan fuertes mareas, y el mejor momento para encontrar los ejemplares menos comunes es tras periodos de tormenta", aconseja.

Por su parte, Rius ofrece un comentario de numerosas webs (una de ellas permite clasificar más de ochocientas mil especies diferentes) y recomienda, para encontrar conchas, "ir a las playas donde hay mucha corriente y mirar en la arena cerca de las rocas. Vigilad de no coleccionar las conchas o caracoles tal como los halléis, ya que pueden llevar restos y acabar haciendo mala olor; lo mejor es que los lavéis con agua y utilicéis un cepillito para eliminar las impurezas y, sobre todo, ni detergentes ni productos químicos, ya que podrían alterar los colores".

Para guardarlos, nada mejor que procurarse "bolsitas de plástico con cierre" y poner en su interior un papelito con los datos donde han sido obtenidas las piezas: "la fecha y el lugar en que la conseguisteis, su clasificación y el nombre común y el científico, si lo sabéis".

También en Sant Llorenç
Y. sorpresa para los neófitos: un lugar importante del tema es la cueva de les Ànimes, en la montaña de Sant Llorenç del Munt. "Ha sido objeto de diversas campañas de excavación y donde, desde muy antiguo, se han encontrado unos disquetes perforados parecidos a las almas de los botones (y de aquí parece proceder el nombre de la cueva). De las miles de piezas encontradas, se desprende que en este lugar existía un depósito de estos granos de collar, y, no demasiado lejos, un taller donde se fabricaban. En les Ànimes se han recogido fragmentos de la concha Cardium, base para manufacturar estas 'rodelles', los hallazgos más antiguos de los cuales corresponen al Neolítico". La arqueología tiene en las conchas una gran fuente de datos.

El boletín de la ACT también incluye el denso estudio "Els aplecs de Vallvidrera i les vinyetes", de Josep Sauret i Pont. Las viñetas eras "sellos" que solían editarse como conmemoración y testimonio de eventos. Sauret cataloga y explica los dibujos de todas las realizadas con motivo del Aplec de Vallvidrera, entre 1907 y 1916. "En casi todas se reproducen imágenes que tienen como finalidad profundizar en los sentimientos, la cultura y la identidad del pueblo catalán."

Las viñetas se imprimían "en muchos colores y papeles coloreados, y de los cuales hemos visto hasta diez variantes diferentes en algunos casos". No se tienen datos sobre las tiradas. "El texto era simple y repetitivo: el número del "aplec" de la sardana que corresponía, la localidad y la fecha. Pensamos que se vendían entre los participantes para sufragar gastos".

Esta entrega del boletín de la ACT se completa con una entrevista con Àngel Manuel Hernándezconocido botánico terrassense que recuerda los origenes de su interés. "Me crié en un barrio, la Barceloneta, anteriormente sin ningún parque ni jardín, y así, cuando veía un espacio verde quedaba encantado. Cuando hacía el bachillerato en el instituto Milà i Fontanals, leí un pequeño gran libro de Noel Clarasó que me abrió la puerta de la ciencia de las plantas", explica.

Al alcance de todos
En su artículo editorial, la ACT llama a "no convertir el coleccionismo en una actividad selectiva y solo al alcance de las clases sociales más ricas en términos económicos. Esto sería la perversión del coleccionismo, que siempre ha sido algo al alcance del pueblo sencillo. Qué más fácil que recoger sellos usados, cajas de cerillas, llaveros, chapas de cava, etiquetas, chapas de cerveza, puntos de libro, sobres de azucar, etc... Los coleccionismos son casi, y muy probablemente, infinitos."

A la vez advierte que "las cosas, al comprarlas, tienen un precio, y si nunca intentáis un retorno económico, uno de mucho más bajo". Se trata, con el coleccionismo, de "pasar buenos ratos y sin coste desmesurado más allá de vuestro tiempo de ocio y posibilidades".