ARA A PORTADA
Publicat el 29 de setembre de 2018 a les 04:00
Cerrado el recuento, el 1 de octubre de 2017 muchos equipos electorales se enfrentaron al dilema de devolver las urnas al punto acordado o quedarse con el recuerdo. Tras la intensa jornada, y más aún después de las cargas policiales, para muchos llevarse una urna a casa era un acto de dignidad y cargado de simbología. La mayoría de las urnas que se distribuyeron por los colegios de la ciudad regresaron al punto de origen acabada la jornada. Un testigo explica cómo se acumulaban las cajas en el recinto. Algunas, sin embargo, se "perdieron" por el camino. Como las papeletas, que personas del dispositivo quisieron quedarse a modo de recuerdo. "Recuerdo perfectamente cómo algunos miembros del colegio se emocionaban cuando repartimos las urnas al final del día", explica el coordinador de un colegio electoral. Una de aquellas piezas de plástico la guardé para una persona que luchó por abrir una escuela y no lo consiguió el 1-O. Cuando se la entregué en casa la recibió entre lágrimas".
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