Hortalizas contra la exclusión

Publicat el 05 de desembre de 2018 a les 22:05
La Horta Comunitària de Ca N’Anglada, un proyecto para la atención social que se está convirtiendo en referente en toda Catalunya, acaba de celebrar sus cinco años de existencia y de éxito 

Zanahorias, guisantes, ajos, cilandros, cebollas, rabanos, brocoli, coles, lechugas, son algunas de las hortalizas que, en diferentes épocas del año, Karina Intriago y su familia siembran, aran, cultivan, cuidan y recogen, para su propio consumo, en la parcela individual, de unos cuarenta metros cuadrados, que tienen asignada en la Horta Comunitària de Ca N'Anglada, y también en la comunitaria, de unos 320 metros. Intriago, de 47 años, terrassense originaria de Ecuador, es una de las 81 titulares y 130 participantes (entendidas como tales las personas que han tenido vida activa en el huerto, cuya repercusión alcanza a muchas más) que ya han pasado por este proyecto de Servicios Sociales del Ayuntamiento en los cinco años que lleva en funcionamiento en el solar de la calle de Sant Honorat que, antaño ocupaba, en parte, el cine Avenida.

El aniversario motivó el sábado una jornada de actividades, organizada por los trabajadores de Servicios Sociales de Ca N'Anglada, como agradecimiento a todas las personas que han hecho crecer la iniciativa con su participación. Hubo talleres infantiles, uno para adultos (debían escribir su sentimiento producido por la participación en el proyecto, y con todas las frases se elaborará un álbum), servicio de té y café, lproyección de un audiovisual con imágenes del proyecto, una comida de paella, y las intervenciones de los políticos y técnicos de la Horta Comunitària. Y toda persona que lo deseó pudo franquear la puerta y pasearse por la finca, ver los cultivos, todos ecológicos, y los espacios no cultivables, donde con la participación de los usuarios y su trabajo en equipo se han construido un invernadero, la cocina de verano y, recientemente un gallinero por el que, sí, corretean gallinas que ponen huevos.

Lo económico y lo emocional
Los orígenes de la Horta Comunitària se remontan a 2011. La crisis económica acababa de estallar, "y los servicios sociales nos encontrábamos totalmente desbordados, con tiempo solo de gestionar las necesidades básicas", explica Montse Hernández, responsable de ellos del distrito II-1. Surgió así la idea de "crear un espacio que proporcionara un punto de referencia a población que estaba muy afectada por la crisis, tanto a nivel económico como emocional, y dotarnos de un instrumento de trabajo social".

Hubo suerte con los políticos, que apostaron por el proyecto, y también con el solar, de propiedad municipal y cuya cesión a la Generalitat para un equipamiento para la tercera edad había caducado. Era, pues, un amplio terreno urbano. colindante con el centro cívico Montserrat Roig. que el Ayuntamiento tenía en desuso, y dárselo fue otro objetivo que se valoró.

Trabajo comunitario
¿Cómo funciona este innovador proyecto de trabajo social, prácticamente sin precedentes, que está siendo estudiado en congresos y jornadas internacionales, y ya es un referente de iniciativas similares en toda Catalunya? Sencillamente ofreciendo a un total de veintiuna personas y sus familias, en riesgo de exclusión social, la gestión durante dos años de una parcela de la huerta. La única contraprestación es implicarse en la dimensión comunitaria del proyecto. Cada participante recibe formación en horticultura ecológica y habilidades comunicativas, y debe contribuir al trabajo comunitario (todo el grupo decide en asamblea lo que debe hacerse cada año). Aunque el proyecto es conjunto del equipo de Servicios Sociales, un técnico y un educador social, David Borobia y Ramon Petit, trabajan cada día en el huerto, cohesionando el grupo y dinamizando los diversos espacios.

"En los participantes se aprecia un aumento de la autoestima" afirma Hernández, "también por el sentimiento de pertenencia a un grupo, y la ayuda mútua que genera". Karina Intriago llevo un año y medio de hortelana y reconoce estar encantada. "También por enseñar a nuestros hijos a tener bien cuidada una parcela, que da sus frutos para comer. Todos los productos que cultivamos aquí no necesitamos comprarlos. Y cuando estás en el paro, esto se nota"

La suya es una familia a la que le gusta la tierra, "y nos inscribirmos con ilusión y ganas de aprender. La relación con los compañeros de huerta es de amistad, muy buena, y mejoramos cada día con la técnica". El intercambio de conocimientos es otro valor de esta utopía hecha realidad en Ca N'Anglada.